"Fijate bien a quién le das las cosas", le recomendaron a Julio Fabián Acevedo sus familiares. El consejo incluía directivas: los destinatarios de las pertenencias que el hombre tenía en su celda del penal de Villa Urquiza debía repartirlas entre sus hermanos Jorge Javier ("Jazo"), Walter Oscar ("Chichilo") y Sebastián Marcelo ("Pelado") Acevedo.
Con aplausos y lágrimas, los familiares y allegados a los cuatro hermanos festejaron ayer la absolución de Julio Acevedo, quien estaba preso desde hace un año y dos meses acusado de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. El hombre recuperó su libertad, y la próxima vez que vea a sus hermanos será cuando los visite en el penal.
Los motivos por los que Acevedo fue absuelto llaman la atención. Los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas y Juan Carlos Reinaga, declararon la nulidad del allanamiento a la vivienda del imputado. El argumento de los magistrados se basó en que los testigos que presenciaron la actuación de los policías estaban borrachos.
La causa se había iniciado en septiembre de 2009 por la denuncia anónima de un vecino, quien afirmaba que una mujer y su familia vendían droga en el barrio El Bosque. La Policía comenzó la investigación, y pudo fotografiar a los dealers cuando le vendían a los adictos, según consta en el expediente.
A principios de febrero de 2010, los policías le dijeron al juez Federal Raúl Bejas que habían obtenido información de que el proveedor de la droga era un hombre conocido como "La Chancha Rubia", cuya casa quedaba en "Ciudad de Dios", a la altura de Juan José Paso al 1.700.
"La Chancha Rubia", según los policías, era Julio Acevedo, quien vivía con su familia en Asunción y Paraguay. Uno de los abogados del acusado, Manuel Pedernera, negó que tuviera ese apodo. Cuando declaró, el imputado dijo que todos lo conocen por su nombre de pila. Además, en la causa no quedó asentado cuál era la vinculación entre Acevedo y la mujer por la que se inició la investigación.
El 20 de febrero de 2010 se realizaron tres allanamientos. En la casa del barrio El Bosque, que originó la causa, no encontraron nada. La vivienda de "Ciudad de Dios" estaba deshabitada y no tenía siquiera la conexión eléctrica. Su dueño es Acevedo, según admitió el propio imputado. Allí encontraron una licuadora con restos de marihuana.
La situación inusual ocurrió en el tercer allanamiento, en el domicilio del imputado. Allí la Policía encontró tres cigarrillos de marihuana y una bolsa que contenía droga compactada. Según los especialistas, alcanzaba para fabricar 997 porros. Ante cada operativo, los policías están obligados a contar con dos testigos que avalen que todo se hace de acuerdo a la ley. Los dos muchachos que cumplieron ese rol durante el tercer allanamiento estaban ebrios, según reconoció uno de ellos.
"No sabía lo que pasaba", dijo uno, quien agregó que habían salido de un prostíbulo cuando los interceptó la Policía. Otro hombre, que fue testigo en el segundo allanamiento y cuya declaración se leyó en el juicio oral, manifestó que "estaban hechos unas hilachas, no comprendían nada".
El fiscal Leopoldo Peralta Palma pidió que Acevedo sea condenado a cuatro años de prisión. Pedernera y la codefensora Gloria Hansen solicitaron la absolución. Los jueces se inclinaron por esta última posición. Como el allanamiento era nulo porque los testigos no eran hábiles, no podía tenerse en cuenta lo que allí se secuestró.
Simples hinchas
Antes de escuchar la sentencia, Acevedo tuvo la posibilidad de hablar ante los jueces. "Mi familia sufre una persecución policial. No somos barrabravas patoteros; somos hinchas de un club, gente de bien", expresó.
Luego fue trasladado a Villa Urquiza. Preparó sus cosas, repartió los cubiertos y otras pertenencias para que les entreguen a sus hermanos que están en otras celdas, y salió. Afuera lo esperaba su familia.